Abrí los ojos. Ya era la quinta vez esa noche que me despertaba. Fuera llovía a cántaros y un goteo misterioso no dejaba de molestarme. Conté hasta diez, me puse los cascos de música y noté que el sueño se apoderaba poco a poco de mí. Mi mano se deslizó por la sábana y quedó colgando. Entonces algo tiró de ella.